Por qué leer “distancia de rescate”, de Samanta Schweblin.
¿Cómo ser madre y no morir en el intento? ¿Cómo ser madre y que no se muera tu hijo o hija en el intento? ¿Cómo ser madre y protegerlos del mundo, y al mismo tiempo prepararlos para el mundo exterior? ¿Es mejor ser sobreprotectora que despreocupada? ¿O viceversa? ¿Hay respuesta para estas preguntas? Todas estas preguntas resuenan luego de leer esta breve novela de Samantha Schweblin.
Amanda es una joven madre que decide pasar unas vacaciones en el campo junto a su hija Nina, mientras su esposo, va y viene de la ciudad durante el verano. En la brevedad de la novela, no se aporta más información sobre el tema, tampoco es necesario. En este pueblo, la protagonista conoce a Carla, con quien entabla una especie de amistad. Enigmática y críptica, la narración da a entender que esta mujer tiene un hijo especial, pero que no siempre fue así; que su estado actual es consecuencia de una tragedia sucedida hace ya unos años. Lo que llama la atención, es que en este pueblo parece que no hay niños “normales”.
El tema central es la maternidad. Lo indica ya en el título, aunque de manera indirecta, “Distancia de rescate”. Esto es la distancia que te separa de tu hijo o hija para poder protegerla y salvarla de que le ocurra algo horrible. Pero es una realidad, que no siempre podemos estar ahí para salvarlos de todo. A veces, no importa nuestros esfuerzos, nuestras precauciones, hay fuerzas externas, circunstancias que nos exceden y las peores cosas pasan. Y ahí es cuando nos preguntamos, como la protagonista, qué más podríamos haber hecho, o qué podríamos haber hecho diferente, dónde está el punto de inflexión, cuál fue el momento en qué todo salió mal.
La narración se plantea como una conversación y es bastante compartimentada y enigmática, al carecer de un narrador convencional que explique y contextualice lo no dicho por los personajes. Una tiene que armar la historia. Es claro lo que sucede, aunque no se dice explícitamente y creo que ese es un punto a favor de la novela, porque no subestima al lector. Personalmente me gustan las novelas donde no hay tanta descripción y explicación y se apuesta a la capacidad de deducción de quien lee. Siento que el lector es un actante más de la novela y se corre un poco de esa posición pasiva que asume por naturaleza, por ser el receptor de un mensaje ya finalizado.
La novela implica un desafío. Después de que la terminas y la dejas decantar, te apropias de la historia y ves más allá de la complejidad narrativa, encontrás lo bello de la historia, el amor de esas madres, el dolor de las fatalidades y lo inexplicable de la vida. Porque además de todo, no es una novela de carácter optimista, ni muestra la luz al final del túnel, sino más bien, la calma que precede a la tormenta.
Mi recomendación, si no la leyeron, léanla. Háganlo un día que puedan dedicarse a la lectura exclusivamente, eviten distracciones, celulares, ruidos de la calle, otras personas. Pero no dejen de leerla, por algo ha sido merecedora de varios premios internacionales.
Sofía Inchauspe